jueves, 2 de febrero de 2012

Setenta y Cuatro

Cómo pesaba el aire
que te envolvía
y cómo volvía el peso
de tu desaire
Cada vez que la ira
desviaba tu paso del mío.
Libabas mi sed,
sedabas mi risa...
Revolviste en mí hasta verme
como un revólver vacío:
bello, vil e inútil.
Y yo, que pretendía, ilusa
velar tu calma, ordenar tu alma,
resistí tu trato casi como un reto
terrible y tétrico.
Hubiese soportado todo.
Aturdida y torpe
hubiese suplicado otro golpe
sólo por que ese gesto te uniera a mí

Y al final entendí que toda tu indiferencia
sólo era la deferencia que tenías con tu dolor
que ya estaba contigo mucho antes que yo